El aberrante caso Kiczka tuvo un efecto destructivo para la alianza de Juntos por el Cambio. Tras el escándalo, el derrotero de la oposición en Misiones fue oscuro y sombrío: denuncias cruzadas, renuncias masivas y distanciamiento de todo lo que tenga que ver con el ex diputado acusado de pedofilia. Como consecuencia, Pedro Puerta terminó condenado al ostracismo político con su partido al margen de cualquier frente electoral.

La mancha venenosa era un juego que marcó nuestra niñez. Consistía en correr para evitar ser “manchado” por el circunstancial “envenenado”, ya que, inmediatamente, el veneno pasaba al tocado que, para colmo, debía inmovilizarse en el lugar con su propia mano. Y todos comenzaban a escapar de él. Esto puede tener un paralelismo con el presente de la oposición misionera: aquella que supo llamarse Juntos por el Cambio y agrupaba al PRO, el radicalismo y Activar. Todos quieren escapar de esa mancha venenosa llamada Germán Kiczka y todo lo que tenga que ver él.
El caso Kiczka desató un verdadero tembladeral en Juntos por el Cambio, descolocó a su dirigencia que no supo cómo reaccionar ante su efecto demoledor. El primero en tratar de despegarse fue su mentor e íntimo amigo, Pedro Puerta, sin éxito, cabe destacar. La explosión del caso fue un verdadero masazo para el heredero de los ’90, que se vio obligado a bajar su perfil y desaparecer de escena. Desde el inicio del escándalo, el diputado provincial se ausentó de las sesiones de la Cámara de Representantes. Lo cierto es que la imagen pública de Puerta quedó muy vapuleada, el rechazo social y el desprecio expresado por la sociedad en la calle y en las redes sociales es impactante. No existe ninguna maniobra que pueda lavar su imagen y torcer su suerte. La sociedad ya dio su veredicto y la condena social es muy firme.
El efecto en los socios políticos de Puerta también fue destructivo. Como hemos dicho, el estallido del caso más aberrante de la historia política de Misiones, primero los dejó paralizados, sin saber cómo reaccionar. Luego intentaron minizar y hasta tratar de instalar de que se trataba de una operación mediática. Finalmente, cuando ya no se podía negar la contundencia de la investigación internacional y la reacción de condena social era unánime, salieron a condenarlo e incluso a despegarse de la figura de Kiczka y del partido Activar.
“El diputado Kiczka que fue expulsado nunca perteneció al Bloque PRO, es del Bloque Activar, para aclarar nada más”, expresó el legislador Horacio Loreiro en una de las últimas sesiones legislativas del año 2024. El presidente del PRO Misiones omitió que Kiczka había asumido una banca de diputado por Juntos por el Cambio.
En aquella sesión, el referente del PRO hizo una radiografía de su partido: “fue un año duro, difícil, distinto y novedoso por cierto para toda la sociedad. Como PRO hemos perdido las elecciones debido a una interna que nos complicó y perjudicó enormemente. Creemos que no supimos transmitir el mensaje que la sociedad estaba esperando”, se excusó.
Los hechos sobrevinientes en el partido fundado por Mauricio Macri son conocidos por todos: se sucedieron una serie de renuncias de dirigentes en medio de fuertes denuncias y cuestionamientos a la cúpula del partido. Lo más llamativo ocurrió hace un par de semanas cuando pegaron el portazo el ex legislador provincial y nacional Alfredo Schiavoni y la ex candidata a vice gobernadora Natalia Dörper.
En cuanto al radicalismo, su suerte fue similar. El presente del partido centenario es desolador y se encuentra atravesado por un nuevo éxodo. La larga lista de dirigentes que anunciaron su alejamiento de la UCR es el resultado de un espacio político sin capacidad de reacción y atrapado en sus rencillas internas.
El sello de Pedro Puerta está envenenado. El residual de lo que fue la alianza cambiemita parece estar jugando a la mancha venenosa. El problema es que ya no se trata de un juego de niños, estamos hablando del futuro de la provincia. La destrucción de Juntos por el Cambio es consecuencia de una sociedad que ya dio su veredicto sobre el caso Kiczka.
Por Nicolás Marchiori. Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).


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