22 noviembre, 2024

Escandalosa eliminación de Boca

El VAR volvió a perjudicarlo, no le cobraron un gol lícito y lo obligaron a ir a penales, donde cayó 3-1. Mereció más, pero no lo dejaron.

A Boca lo sacaron de la Copa. No hay otra lectura. No hay otra forma de definirlo. Y fue bastante antes de los penales que fallaron Villa, Rolón e Izquierdoz. Ahí, sólo se consumó. Al equipo de Russo no lo eliminó Mineiro. Lo hizo la interpretación de la tecnología, el criterio de un VAR que atenta contra el juego. O peor que eso: contra la justicia deportiva. A Boca, en efecto, lo dejó afuera otro gol anulado. Otra búsqueda persistente por encontrar lo que no se ve, lo que puede llegar a ser, acaso lo inexistente. Demasiado rebuscado para que sea fútbol. Demasiado sospechoso para que sea creíble.

Lo que pasó en el Mineirao, en efecto, fue otro escándalo que lo oscurece todo. El VAR, que llegó como un elemento para disminuir la polémica, al menos en este lado del mundo la ha incrementado. Y no sólo eso. Puso su instrumentación bajo sospecha. De mínima, lo cuestiona. En la ida, fue la falta de Briasco, el papelón de Andrés Rojas mirando el monitor con 22 jugadores atrás, los audios buscando offside de acá, offside de allá, falta de acá, falta de allá, el gol anulado a Diego González.

Y ahora, una posición adelantada de menisco del propio Pulpo, dudosa, delicada (en todos sus sentidos), cuestionable, para que esta vez no sea válido otro 1-0, el del Chelo Weigandt. Para que Boca, aun habiendo marcado dos goles en la serie, se quede afuera en octavos.

Es difícil, en este escenario, analizar una eliminación out of context. Y esto va más allá de los penales mal pateados, que no deja de ser una realidad. El equipo de Russo, vale decirlo, se repuso de ese otro palazo, del «así no se puede jugar» y del «esto es una vergüenza» con el que estalló su propio banco una vez conocido el fallo (vía VAR) del uruguayo Ostojich. A pesar del descontrol, de la bronca, de la furia, de la impotencia, se mantuvo en partido. Y lo siguió peleando. Sostuvo la cabeza fría con el corazón caliente. Y llegó hasta los penales.

Antes, cuando el partido fue partido, había minimizado al Mineiro. Como pasó en la ida, Boca puso al mejor equipo de la fase de grupos de la Copa a nivel terrenal, lo hizo uno más, le apagó todas sus luces. Ni Nacho, ni Hulk, ni Zaracho pesaron en el desarrollo. Y aun con sus limitaciones, sin poder imponer las condiciones en el juego, el visitante fue mejor que su rival. O al menos, mereció más, porque hizo mejor su trabajo, su plan, su estrategia.

Fue garantía Rossi, firmeza el capitán Izquierdoz, seguro su complemento Rojo, batallador Weigandt, solidario Rolón, insistente Pavón y destacable los pibes, porque en este contexto, hay que valorar y subrayar eso, lo de los pibes: el tiempista Medina, cada vez más jugador, y el cumplidor Sandez, a la altura de Boca y su circunstancia.

Luego, los penales, opacaron algunos niveles en particular y una actuación en general que, igualmente, quedará en segundo plano. Como el análisis de lo que se hizo mal en la previa, lo que falló, lo que se fue, lo que no llegó o lo que se dejó de traer.

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