La sociedad misionera se encuentra en estado de conmoción ante el escándalo que involucra al diputado puertista Germán Kiczka, acusado de tenencia y difusión de material de explotación sexual infantil. Finalmente, la Cámara de Representantes le quitó los fueros al legislador de Activar. La firmeza de la postura del bloque del Frente Renovador de la Concordia, en consonancia con el repudio generalizado de la ciudadanía, contrastó fuertemente con la volatilidad demostrada por los bloques que integran Juntos por el Cambio, quienes inicialmente mantuvieron un llamativo silencio.
(*) Por Nicolás Marchiori
Vivimos en un mundo en permanente cambio y en el que, con mirada retrospectiva, nuestra principal tarea tiene sentido y valor si, desde la honesta conducta, pensamos y contribuimos a construir un futuro mejor en un mundo mejor, no solo para nosotros, sino, desde la solidaridad, para toda la comunidad.
En el debate político se hace palpable y fácilmente verificable la mentira y la inconsistencia entre el discurso político (promesas, valores, ideología) y sus acciones (conductas, cumplimiento de compromisos asumidos y vida personal). A lo largo de la historia se ha podido observar que la política está llena de discursos hipócritas y acomodaticios, sustentados en la mentira y en medias verdades.
Desde siempre, los dilemas éticos en la actividad política han sido tema de discusiones y deliberaciones filosóficas. Ahora bien, pese a lo que se ha extendido a la opinión pública, la política no es en sí misma, ni sucia ni hipócrita, son quienes ocupan cargos públicos y posiciones relevantes los que la denigran al utilizar la mentira como instrumento de defensa y al ocuparse de sus propios intereses y no de los ciudadanos; de ahí que, con justa razón, éstos se sientan engañados, defraudados, y critiquen su hipocresía.
La hipocresía es el tema principal tema de la obra “Le tarfuffe ou l’Imposteur”, una de las más conocidas comedias de Jean Baptiste Poquelin, más conocido como Molière. La obra esconde un ataque al papel demasiado influyente que tenían y tienen algunos personajes siniestros que existen en nuestra sociedad en distintos ámbitos -especialmente en la política-, que utilizan su capacidad para convencer y dominar a quienes los siguen.
En realidad, son saqueadores, que pretenden conseguir el poder y, con él, todo aquello que el poder facilita. En el fondo, es la trágica historia de quienes gozan de la más absoluta impunidad, a través del poder, la mentira, las apariencias y la falsa moral. El contexto histórico en el que se encuadra la obra es el siglo XVII, el “Grand Siècle” francés.
En su sátira Moliêre insiste, como tema e intención, en la crítica de los falsos devotos, de los hipócritas que se presentan bajo la apariencia de personas con fuertes valores cristianos y que esconden otros intereses. Profundo conocedor de la psicología humana, examinando siempre las pasiones, las miserias y los sentimientos de los hombres de su tiempo, da la sensación de que, adelantándose al futuro, está haciendo un fiel retrato de la actual situación política misionera.
Calificar a alguien de hipócrita es tal vez el peor calificativo para describir a una persona y una de las peores críticas que se puede hacer a alguien. Lo importante no es el adjetivo que califica, sino si esa persona en su conducta se comporta con lo que el adjetivo significa. Esa era la intención de Molière en su sátira: mostrar a un farsante en acción, mostrar cómo un hipócrita puede destruir los valores de la sociedad; mostrar la personalidad compleja y los conflictos internos de alguien que se transforma en hipócrita, mostrar la máscara de la verdad detrás de la que se esconde la mentira y no confundir la apariencia con la realidad.
El profesor de Ciencias Políticas en Cambridge David Runciman, en su obra “La hipocresía política”, realiza un agudo análisis sobre el problema intemporal de la posibilidad de la verdad en la vida política; en ella sintetiza que la hipocresía es la máscara con la que se disfrazan y esconden todos los que, desde Hobbes hasta nuestros días, detentan el poder por el poder. Porque, ¿qué es la hipocresía sino una forma de enmascarar la mentira con apariencias de verdad?
En las sociedades actuales hemos llegado a naturalizar la mentira y los ciudadanos se acostumbraron a convivir con la mentira y los mentirosos. Sófocles sostenía que “la mentira es la forma más cobarde y simple de autodefensa”. ¿Hasta qué punto se puede aceptar esa normalización de la mentira en las instituciones en la que reside la soberanía popular?, ¿hasta qué punto se puede normalizar la falta de verdad disfrazada de elocuente oratoria, premiada con aplausos y que, además de falsear la realidad, son una falta de respeto a las instituciones?
Lo más preocupante es que al repetir continuamente mentiras, nos la acabamos creyendo. Somos capaces de autoengañarnos y luego fingir sorpresa ante las consecuencias de tales engaños. El filósofo e historiador Alexandre Koyré, en su obra “La función política de la mentira moderna”, se preguntaba cómo identificar a los políticos mentirosos, mediocres y falsos, inmersos en ese magma que es la acción política, para dibujar un exacto retrato de su perfil: es importante saber ubicarlos y observar sus conductas.
Su táctica es la mentira y su estrategia, moverse en aquellos escenarios donde exista falta de información y exceso de ignorancia y emociones. El político mentiroso, busca y se dirige a aquellos ciudadanos e ingenuos votantes que pueden servirle como trampolín para conseguir el poder y sus oscuros intereses; una vez en el poder, es cuando los ingenuos votantes perciben la mentira y la farsa; por desgracia, ya no hay tiempo para corregir el error cometido.
Un hecho sin precedentes en la historia de la provincia
Misiones vive un escándalo que ocasionó fuerte conmoción en la ciudadanía y cuya onda expansiva llegó a los círculos políticos nacionales. El diputado provincial Germán Kiczka, conocido por su cercanía con Pedro Puerta, máximo referente del partido Activar, enfrenta graves acusaciones por presunta tenencia por material de explotación sexual infantil, tras el allanamiento de su domicilio en la localidad de Apóstoles.
Haciéndose eco de la profunda angustia que atraviesa la sociedad misionera, la contundencia de la condena social y las pruebas halladas, la Cámara de Representantes actuó con total seriedad demostrando estar a la altura y con sobrados argumentos procedió a rechazar la renuncia del diputado prófugo de la justicia Germán Kiczka y a quitarle los fueros para que se someta a la justicia como cualquier ciudadano común.
Asimismo, creó una comisión investigadora para llevar evaluar los hechos que se suscitaron en el marco del aberrante caso y decidió suspender el pago de la dieta del legislador desde el presente mes, hasta que sean aclaradas todas las acusaciones que pesan en su contra en el ámbito judicial.
La Renovación mostró firmeza desde el primer momento a la hora de fijar su postura frente al escándalo más grande la historia política de Misiones, situación que contrastó nítidamente respecto al rejunte de bloques que integran Juntos por el Cambio. La oposición guardó un llamativo silencio cuando se conoció el aberrante caso, incluso algunos referentes pusieron en duda su veracidad e intentaron vincularlo a una “operación política”. Vergonzoso y peligroso.
Con el correr de los días, y a medida que se iban conociendo detalles de la causa y pruebas contundentes que daban cuenta de la gravedad del hecho, los bloques opositores, ya sin margen de maniobra, decidieron abandonar la postura timorata y se unieron al repudio.
Previamente, al pararse en la vereda de la gente que destilaba día a día su indignación y rechazo, hubo intentos por instalar la idea del “operativo renuncia”. Aceptar la renuncia del diputado puertista hubiese sido el camino más corto y fácil, pero la maniobra no prosperó porque el bloque mayoritario de la Renovación asumió la responsabilidad de investigar para conocer la verdad y poner al acusado a disposición de la justicia para que rinda cuentas ante la ley.
La clara postura del bloque Renovador dejó en claro que no se protege corporativamente a nadie y que la sociedad merece explicaciones. Desde Juntos por el Cambio, como hemos dicho anteriormente, lejos de condenar el aberrante hecho se sumió en un sepulcral silencio y ahora carga con el peso de una sociedad que los mira con desconfianza y los condena por callarse tanto tiempo ante el abominable caso.
Pero más allá de Kiczka, no debemos soslayar que existe una responsabilidad por parte de quien lo hizo diputado y quien lo trajo a la política. Los desesperados intentos por despegarse de quien está en el centro de la escena dan cuenta del nivel de hipocresía que se maneja en la política misionera.
Lo cierto es que el legislador desaforado que enfrenta graves acusaciones se encuentra prófugo de la justicia con pedido de captura internacional. Situación que tampoco se condice con lo manifestado en su momento por Kiczka en un comunicado y en declaraciones realizadas en el canal de propiedad.
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